"Moriremos porque un día nacimos. ¿Vivimos porque sabemos que algún día falleceremos? Resulta paradójico comprobar cómo jovenes y adolescentes deciden poner fin a su existencia cansados de vivir una vida que apenas han comenzado a vivir, y cómo ancianos con la muerte acechando en cada suspiro se aferran a ella con todas sus débiles fuerzas e intentan exprimir y aprovechar al máximo cada segundo del resto de sus vidas.
No hace mucho leí un sucinto resumen de un estudio sobre suicidios fallidos en el Golden Gate de San Francisco en el que se mostraba que un porcentaje muy elevado y significativo de los suicidas entrevistados comprendían, a los dos tercios de su caída potencialmente mortal, que todos los problemas que les habían llevado a tan dramática situación tenían solución, y que el verdadero y real problema se encontraba, en ese instante, a un tercio de distancia. Lo que no mencionaba el citado resumen eran las consecuencias futuras de ese intento frustrado. ¿Será la toma de conciencia plena y total de nuestra inexorable mortalidad lo que nos hace vivir el tiempo de nuestras vidas?"