"Sonó el teléfono. Tras dos minutos y catorce segundos de estudiado soliloquio todo se acabó. Pasamos del nosostros al tú y yo en un tiempo récord; 134 inhumanos segundos coronados con un ya no te quiero sin titubeos fueron suficientes para dejarme con el delicado trajín de sobrevivir a lo que alguna vez fuimos o tuvimos, con la perentoria necesidad de acostumbrame de nuevo a una vida en singular".
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