"También antes, cuando se colocaba, buscaba hacerse perdonar poniéndose cariñosa, manoseándole y diciéndole cuánto lo quería una y otra vez, porque se repetía. (Sólo le hablaba de ese modo cuando estaba ciega, sobria era incapaz). Él huía de su madre como de la peste cuando se ponía así de empalagosa. Le molestaban sus arrumacos, porque no eran sinceros, no era a él a quien quería, sino al placer inigualable que le proporcionaba la heroína, y como no podía besar el polvo blanco, que ya se había fundido con su sangre, lo besaba a él. Pero esa tarde se dejó engatusar, no quiso acordarse de que todo era mentira".
"Corazón de napalm" (Clara Usón, 2009)
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